viernes, 14 de diciembre de 2007

Hindues.


Llegaron sin previo aviso, para nuestra sorpresa, una fria manana que parecia una mas de las tantas en el orchad. De dos camionetas importadas bajaron los hombres con turbantes primero, y las mujeres con velos despues. Venian por contrato, a hacer un trabajo similar al nuestro pero en otra zona. Empunaban las mismas tijeras y alicates, y sin embargo estaban tan lejos y eran tan diferentes a nosotros y a nuestra occidentalidad evidente. Recuerdo haber sentido un temor que broto espontaneo e injustificado al principio. Quiza se debia al porte de esos hombres de barba y ojos negros, vestidos con atuendos que solamente habia visto en fotos de National Geographic. Los mire de lejos con timidez, como si aquella gente viniera de un planeta lejano para mi, murmurando en otras lenguas, rezandole a otro dios y condimentando sus comidas con especias desconocidas.
Senti como su apariencia y sus costumbres me despertaban una curiosidad que en si, estaba conectada con un misterio cautivante.
Que habria detras de las barbas espesas y las miradas escondidas entre pashminas multicolores? Pense en dioses y semidioses, altares, comidas exoticas y textos en sanscrito. Pense en una cultura milenaria, un Krishna predicando sus Verdades y un ciclo interminable de muertes y nacimientos.
Quise sentir la esencia de esa sabiduria antiquisima, que a los occidentales nos llega filtrada en best-sellers de Brian Weiss, restaurants de moda y clases de yoga.
Los vi alejarse. Silenciosos, en sus camionetas, tal como habian llegado. Llevandose tras sus huellas el halo de misterio que me habia conquistado, y supe, me llevaria a sus tierras algun dia.

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